Conociendo a Dios: La importancia de la adoración y la unión con Cristo
El lamento de Dios: Un llamado a la verdadera adoración
En el libro de Isaías, capítulo 1, versículo 3, leemos: “El buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su amo; ¡pero Israel no conoce, mi pueblo no entiende!” (NVI). Estas palabras reflejan el dolor de Dios al ver a su pueblo apartándose de la verdadera adoración. El profeta Isaías describe una situación en la que el pueblo de Israel, que decía servir a Dios, caminaba por sendas prohibidas, demostrando menos gratitud y sumisión que los mismos animales.
Contenido:
El pecado de abandonar la verdadera adoración
En Jeremías 2:13 (DHH), se nos dice: “Mi pueblo ha cometido un doble pecado: me abandonaron a mí, fuente de agua viva, y se hicieron sus propias cisternas, pozos rotos que no conservan el agua”. Este versículo revela el pecado de abandonar la verdadera adoración y buscar sustitutos que no pueden satisfacer el anhelo espiritual del ser humano.
El agua viva: Un don de Cristo
El agua viva es un símbolo poderoso de la gracia divina que solo Cristo puede ofrecer. En 1 Corintios 10:4 (NVI), se menciona que “la roca espiritual que los acompañaba era Cristo”. Más tarde, en Juan 7:37-38, Jesús exclama: “¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva”.
El agua viva no solo sacia la sed espiritual, sino que también purifica, refrigera y fortalece el alma. Cristo es la fuente de esta agua, y aquel que lo reciba tendrá una fuente inagotable de vida dentro de sí.
La unión con Cristo: La clave para la vida eterna
En Juan 15:5 (RVR 1909), Jesús dice: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. Esta unión con Cristo no es artificial ni mecánica, sino que se produce cuando recibimos a Cristo por fe y nos alimentamos de su Palabra.
La prueba de que somos hijos de Dios es que su Espíritu habita en nosotros, como dice Gálatas 4:6 (BJ): “La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!”.
La vida eterna y el conocimiento de Dios
En Juan 17:3 (DHH), Jesús enseña que “la vida eterna consiste en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste”. Este conocimiento no es meramente intelectual, sino que implica una relación personal y vivencial con Dios.
Sin embargo, la Biblia establece un límite para nuestro conocimiento. En Deuteronomio 29:29 (DHH) se dice: “Hay cosas que no sabemos: esas pertenecen al Señor nuestro Dios; pero hay cosas que nos han sido reveladas a nosotros y a nuestros hijos para que las cumplamos siempre”. Nuestro enfoque debe estar en conocer y cumplir los mandamientos de Dios.
La razón y la fe: Compañeras en la búsqueda de Dios
Muchas veces se piensa que la razón y la fe son opuestas, pero la Biblia enseña que deben trabajar juntas. En Romanos 12:1 (RVR 2000), se nos exhorta a “presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es nuestro racional culto”. Dios se comunica con nosotros a través de nuestra mente y razonamiento, y es posible conocerlo a través de la luz de su verdad.
Conclusión
Conocer a Dios es el fundamento de la vida eterna. A través de Cristo, recibimos el agua viva que nos llena de gracia y fortaleza. La unión con Él nos permite llevar fruto y vivir una vida plena. No debemos temer usar nuestra razón para comprender su verdad, pues Dios obra en nosotros mediante su Palabra.